Al acecho de formas que acomoden mi entendimiento.

viernes, 19 de febrero de 2010

Maremagnum

Llueve como si nunca, y la noche que llega.
Hay días en las que Buenos Aires se convierte en Venecia.
Hay noches en las que Buenos Aires se mimetiza con el Hades.
Tanta transformación nos deja a mitad de camino entre el arte y el dolor.
Siempre a mitad de camino.
Muchos descendemos de los romanos, pero no somos capaces de generar una vía que nos lleve a la superficie.
Que no haya siete colinas custodiándonos no significa que no podamos elevarnos, salir a flote.
Vivimos en una tierra plana, sin planes ni escapatorias. Transitamos a merced de los dioses, pero ya nadie cree en ellos, y por ende ni se molestan en rescatarnos.
Crecimos al otro lado del océano, pero hay días en los que parece que estamos sumergidos en él.
Y mientras tanto el IVA sigue siendo del 21 por ciento.
Ya vendrá una favor, en cualquier momento resurge la Atlántida e intentaremos tramitar la triple nacionalidad.
¿Me pueden decir quién tuvo la idea de quemar las naves?

lunes, 8 de febrero de 2010

Vacanza

Me fui, pero la distancia no existe, tan solo el momento.
Hoy estoy acá, porque me lees, me pensás, tratás de ver las cosas a través de mis ojos. Me preguntás, te preguntás, pero siempre la respuesta va a estar en vos.

Me fui, pero vuelvo, siempre vuelvo, como también siempre me voy.
No hay un segundo en el que no atravesemos espacios y tiempos.
Estamos y no estamos. Somos y no somos.
Pensamos, existimos, cantamos. o simplemente hacemos que hacemos.

Me fui, y esas dos palabras envuelven todo el misterio de lo que no está, pero se percibe. Porque siempre estoy, más cerca de lo que pensás.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Cerebro's plan

Uno sabe qué es lo que quiere ocultar solo cuando desconoce el destino que desea evitar.
Pero el color de la muestra muchas veces deja de lado la luz y se humedece en la oscuridad de un final profundo, del que poco puede llegar a rescatar.
Es bueno hundirse en el fango, tocar el fondo de la cuestión, limpiar de egoismos nuestros deseos, arrastrarnos entre las espinas, sangrar hasta debilitarnos, blanquearnos y después morir.
Una vez muertos quizá, con 21 gramos menos, podamos calzarnos ese traje que pretendimos no tener en cuenta (por exceso de equipaje intercostal), y ahí sí, traspasaremos los muros que nos alejan de esta realidad ajena.

Por dios que alguien me detenga sino deberé matarme por divulgar mi plan para dominar al mundo.

Quizá sea tarde. Alguien ya lo está haciendo por mi.

Cazadores furtivos