El sabía de su error. Miró por la venta y descubrió que el verano pronto acabaría.
Apagó el cigarrillo, hundió sus dedos entre las primeras canas que poblaban su sien y sostuvo la cabeza que pesadamente caía hacia la izquierda.
Pensó. Ya era poco lo que podía hacer. Volvió a mirar por la ventana. Quiso sentir la cercanía del mar, pero trescientos kilómetros se lo impedían.
Tiempo muerto.
Lentamente bajó su mano, el cuello volvió a sostener la cabeza, tensó los músculos de sus piernas y se paró.
Aún quedaban los platos del almuerzo por lavar, y cientos de tareas menores que se sumaban.
Resignado, cerró la ventana.
Aquella vieja prestamista ungida en flores seguía golpeando a su puerta
Al acecho de formas que acomoden mi entendimiento.
martes, 8 de febrero de 2011
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2 comentarios:
paso a femenino y soy yo (incluida lo de la prestamista, que no es la muerte, no es el pasado, sino que es una prestamista jaja)
besos!
Y sí, como siempre, tenés razón! nos es la muerte ni el pasado, es simplemente una prestamista (una en particular, pero prestamista al fin).
Beso!
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