Gotas rojas, gordas, espesas, salen a la luz y atraviesan la mano. Como partes de un todo, se suicidan desde cuarenta centímetros de altura.
El brazo blanco, flaco, sutil descansa sobre el borde de una bañera humeante; pareciera extenderse hacia los que nunca llegarán a tiempo.
Y la hoja de afeitar, en el piso, protagonista y abandonada.
Al acecho de formas que acomoden mi entendimiento.
lunes, 11 de abril de 2011
martes, 5 de abril de 2011
Una hoja
Las últimas dos ráfagas de viento le hicieron tomar conciencia acerca del inevitable fin que se acercaba.
“Es tiempo de soltarme”, pensó. Pero no lo hizo. Prefirió esperar nuevas bocanadas de aire que la llevarían lejos del resto.
Finalmente, el viento volvió a soplar. Y entonces se desprendió de la rama.
“Es tiempo de soltarme”, pensó. Pero no lo hizo. Prefirió esperar nuevas bocanadas de aire que la llevarían lejos del resto.
Finalmente, el viento volvió a soplar. Y entonces se desprendió de la rama.
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